2/24/2020
Una reflexión sobre el viaje del Patronato a Juárez (México)
por Ruth Faith Santana-Grace
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. (Mateo 4:1)
Incertidumbre y opciones naturales
Fue un viaje un poco maratoniano a México como parte de la Fundación Presbiteriana Consejo de Administración Pero las imágenes persistentes del encuentro han dejado huella en mi mente y en mi corazón. El paisaje del suroeste en nuestro viaje a Ciudad Juárez estaba salpicado de edificios tipo chabolas y alambre de espino que servían de coronas a ventanas y patios delanteros cerrados.
Al final del día nos dirigimos a una comunidad de refugiados. Los edificios parecían barracones del ejército, aunque estaban pintados de amarillo con ribetes verdes. Un campo de fútbol improvisado en un terreno sin hierba, junto a una zona de juegos, nos recordaba que, a pesar de las dificultades a las que se enfrentaban esas familias y personas como inmigrantes o refugiados, también existía la determinación de crear un lugar y un ritmo seguros para sus hijos. Alrededor de 300 personas viven en este complejo, que les ofrece una sensación de refugio mientras esperan las opciones que se les presentan para construir una nueva vida en México o Estados Unidos.
Este fue el segundo refugio para refugiados que visitamos ese día. El primer refugio que visitamos era una oferta mucho más pequeña; un lugar donde vivir para unos 44 migrantes, la mayoría procedentes de Cuba. Es difícil olvidar la imagen de 15 personas viviendo en una habitación de no más de 5 x 5 metros. Sin embargo, este refugio superpoblado se mantiene con esperanza gracias al compromiso de la iglesia presbiteriana local. Esta iglesia -Iglesia Verdad y Esperanza- convirtió su espacio para honrar a Dios ampliando su misión de acoger al forastero que se encuentra entre ellos, mientras esos forasteros se embarcan en viajes de esperanza hacia lo desconocido. Fue en este sencillo espacio donde comimos una extraordinaria comida (que me hizo pensar en la casa de mi infancia) preparada por los inmigrantes mientras compartíamos el pan con ellos y nos enterábamos de cómo estaban colaborando con otros refugios construyendo literas para sus huéspedes.
Lo que me impresionó al ser testigo tanto de los retos como de la fortaleza de espíritu de esta realidad fue la magnitud de la incertidumbre con la que vivían estos hombres y mujeres, una incertidumbre que podía durar desde unos pocos meses hasta unos pocos años. Ahora bien, yo no he vivido este tipo de incertidumbre, pero, al igual que ustedes, me he encontrado en lugares de incertidumbre, donde el camino a seguir no está claro y, a veces, es inimaginable. Son momentos en los que no sabemos lo que tenemos delante y no sabemos cómo vamos a responder. Estas épocas de incertidumbre y desafío son nuestros viajes por el desierto. Estas épocas de incertidumbre son inquietantes. Pero pueden hacernos revisar nuestras vidas, reevaluar nuestras decisiones y elegir un nuevo camino.
Mateo 4, recientemente destacado en el leccionario, nos lleva una vez más al desierto de Judea, donde encontramos a Jesús enfrentado al diablo y a las tentaciones comunes a todos nosotros. Cuando es tentado, Jesús elige no saciar su hambre con el pan que le ofrecen; elige no probar su identidad arriesgando su seguridad; elige honrar la presencia y el poder de Dios rechazando la riqueza y el poder que le ofrecen. Jesús elige un camino a seguir en el desierto: un camino que afirma su identidad como hijo de Dios; una identidad desde la que se apoyará en su ministerio público.
Quizá por eso sea tan importante nuestra peregrinación anual a través de la Cuaresma. Se nos invita a considerar los lugares salvajes, las tentaciones y las opciones de nuestras vidas: lugares en los que quizá nos hemos negado a elegir un camino; lugares en los que quizá hemos elegido un camino equivocado; lugares en los que hemos dicho valientemente "sí" a lo divino y "no" a la narrativa cultural. Estas elecciones son nuestras y no siempre son fáciles, ya que nuestras elecciones tendrán consecuencias inevitables en nuestras vidas. Nunca olvidaré los sonidos de las risas, el regalo de la hospitalidad que nos brindaron, los niños montando en bicicleta. Reconozco que estos santos que encontramos en la frontera han tomado decisiones, algunas impulsadas por circunstancias que nunca entenderemos. Pero también reconozco su valiente elección de vivir, amar y esperar en medio de lo que es claramente una estación salvaje, una estación marcada por la incertidumbre y lo desconocido.
Así pues, mientras reflexionamos sobre el desierto de la incertidumbre y nos acercamos al Miércoles de Ceniza, nos invito a plantearnos estas preguntas: ¿Cómo estamos? ¿Cómo te va a ti? ¿Cuáles son las zonas salvajes en nuestras vidas como individuos y como iglesia en general que necesitan ser revisadas y reevaluadas en un esfuerzo por ser fieles a nuestra llamada como pueblo de fe?
Este es el don del desierto: nos empuja a un profundo viaje espiritual que exige nuestra acción y elección fieles en el mundo. Nos desafía a elegir el camino de un Dios que nos ama implacablemente y nos invita a ser ese amor en un momento como éste.
Ruth es la Presbítera Ejecutiva de la Presbiterio de Filadelfia. Sirve a la comunidad y a la iglesia como miembro de la Seminario Teológico de Princeton patronato y como miembro del Consejo de la Centro Interreligioso de Filadelfia del Gran Filadelfia. Santana-Grace fue Presbítero Ejecutivo de la Presbiterio de San Gabriel (California - 2004-2014). También fue miembro del Equipo Estratégico del Seminario Teológico de San Francisco y panelista del Consejo de Educación Teológica. Es licenciada por El Colegio de New Rochelle (B.A.), Baruch College (M.P.A.), y Princeton Theological Seminary (M.Div.).