1/5/2024
Cuarto domingo después de Epifanía: 28 de enero de 2024
por el Rev. Dr. Neal Presa

En My Fair LadyEliza Doolittle, interpretada por Audrey Hepburn, canta estas conocidas líneas:
Estoy harto de palabras.
Tengo palabras todo el día.
Primero de él, ahora de ti.
¿Eso es todo lo que saben hacer?
No hables de estrellas ardiendo arriba.
Si estás enamorado, ¡demuéstramelo!
No me digas sueños llenos de deseo..
Si estás ardiendo, ¡demuéstramelo!
¿Cómo sabemos qué es verdad, qué es verdad y quién es verdad? Este año, más de 2.000 millones de personas en 50 países acudirán a las urnas para determinar su liderazgo. Desde la India a Sudáfrica, pasando por Estados Unidos, éste es el año del voto. Con la capacidad de las redes sociales para producir volúmenes de información, desinformación y desinformación a gran velocidad, debemos determinar: ¿qué es verdad, qué es verdad y quién es verdad?
El pasaje de Deuteronomio 18 describe una palabra de Dios a Moisés dirigida a la comunidad sobre un profeta y la autenticidad del profeta. Lo que falta en el texto son los versículos finales del capítulo que hablan de la prueba de la palabra de un profeta: "Si un profeta habla en nombre del Señor, pero la cosa no se realiza ni resulta verdadera, es una palabra que el Señor no ha pronunciado." (18:22) El texto concluye: "El profeta ha hablado presuntuosamente; no te asustes por ello". Tal conclusión presagia cierto juicio divino sobre el profeta. Se cree que el Deuteronomio fue escrito a mediados o finales del siglo VII a.C., en tiempos del gran reformador rey Josías, que reformó el sistema del Templo tras la decadencia del imperio asirio. Josías, siendo un sabio político y siervo del Señor, encontró en la prescripción mosaica una palabra legitimadora de sus acciones religiosas. El texto del Deuteronomio llama al pueblo a escuchar al profeta que Dios ha llamado, dando por supuesto que el pueblo sabrá que el profeta es veraz y digno de confianza. ¿Cómo distingue el pueblo de Dios una palabra verdadera de una falsa, un profeta verdadero de uno falso?
Una de las cosas que valoramos en la tradición teológica reformada es que tenemos alergia a cualquier cosa o persona que parezca un gobierno autoritario o totalitario, ya sea en asuntos cívicos o teológicos/religiosos. Dos formas en que hemos abordado esto a lo largo de los siglos han sido alojando el discernimiento y las decisiones en la comunidad y, en segundo lugar, que esa comunidad esté equipada con las Escrituras, con las confesiones de fe y con órdenes constitucionales y políticas formadas e informadas por esas fuentes bíblicas y confesionales. El Deuteronomio, como todo libro de la Escritura canónica, se confía a toda la comunidad, al pueblo de Dios que ora, que adora, que sirve, que da testimonio de lo que ha visto y oído. Así ocurrió con Moisés, así ocurrió en la época de los profetas y así ocurrió en la época de la monarquía. La prueba de ello era que si un líder no tenía el corazón de Dios, no amaba a Dios ni amaba al pueblo de Dios, las comunidades contemporáneas y posteriores lo describían en las Escrituras como alguien a quien el Señor no favorecía y, por tanto, juzgaba. Si un líder -juez, monarca, profeta, etc.- era alguien que seguía los caminos del Señor, amaba a Dios y amaba al pueblo de Dios, la comunidad que fue guiada por el Espíritu para escribir y difundir las Escrituras así lo decía.
Así pues, al leer el Evangelio según Marcos, escuchar al público del siglo I d.C./E.C. y contemplar el drama que se desarrolla entre Jesús, la multitud y los escribas de la sinagoga, el hombre anónimo con un espíritu impuro y el propio espíritu impuro, la comunidad que escribió y difundió este relato puede autentificar que Jesús era un fiel siervo de Dios, que es "el Santo de Dios", que es una autoridad como ninguna otra, una autoridad cuya palabra hace obedecer a los espíritus impuros.
Yuxtaponiendo Deuteronomio 18 y Marcos 1, Jesús de Nazaret es un profeta y maestro digno de confianza y verdadero porque es el Santo de Dios, el Mesías, el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre y todas las demás atribuciones y calificativos que describe la narración evangélica. Es veraz y digno de confianza porque, según la prueba del Deuteronomio, Jesús enseña lo que Dios le ha dicho y, siempre que Jesús habla, se cumple la voluntad de Dios.
A nosotros, por tanto, se nos incita a prestar atención a lo que Dios nos dice hoy, a través de mensajeros del siglo XXI -profetas y profetisas por igual- llamados por Dios, en nombre de Jesucristo, por medio del Espíritu Santo desde la comunidad del pueblo de Dios. Estos textos nos impulsan a ser comunidades fieles que disciernen la voluntad y la mente de Dios en Cristo a través del Espíritu mediante el estudio, la oración, el compromiso con las Escrituras y las confesiones, y a través de esto, podemos ver y escuchar la palabra del Señor, y decir humildemente: "Así dice el Señor".