7/21/2020
23 de agosto de 2020 - Éxodo 1:8-2:10 y Mateo 16:13-20
por el Rev. Dr. Neal Presa
Subamos al escenario. Entra a la izquierda, Power como Faraón. Entra en el escenario a la derecha, Poder como César. Luego dirige tu atención a los que están sentados viendo esta dramática escena, y escucha las palabras de Jesús, "(Escribe tu nombre, el nombre de tu congregación, el nombre de tu seminario, el nombre de tus familiares), ¿quién dice la multitud que soy yo? ¿Quién decís vosotros que soy yo?".
El poder y el ejercicio del poder están en plena exhibición, especialmente este año. El año 2020 se desarrolló con la tercera destitución de un presidente en ejercicio en la historia de Estados Unidos. El uso del poder policial en los asesinatos de estadounidenses de raza negra. El ejercicio y la resistencia al poder y a la autoridad cuando se trata de las directivas sanitarias de llevar mascarillas y practicar el distanciamiento físico en medio del coronavirus COVID-19. Lo vemos en la represión de China en Hong Kong y la Ejecuciones extrajudiciales y secuestros de activistas de derechos humanos por parte del gobierno filipino. Lo vemos en los esfuerzos de la administración Trump por separar a los niños y sus familias de Centroamérica y Sudamérica que buscan asilo en nuestra frontera. Vemos el peso opresivo del poder político, económico, social, cultural y étnico que privilegia a unos pocos sobre la mayoría, aumentando las disparidades y desigualdades de riqueza más que nunca.
El texto de este domingo trata del poder y de quienes están en una posición de poder, y de Dios llamando al pueblo de Dios a dar testimonio de ese poder. El texto del Éxodo es el telón dramático que se abre con la aparición de Moisés y el ascenso al poder del Faraón, que esclavizó a los israelitas. Gracias a la sutileza de las comadronas y de la hija del faraón, Moisés, que debería haber encontrado la muerte en virtud del decreto autoritario del faraón contra los bebés varones nacidos de madres hebreas, es criado y alimentado en el palacio real para que cumpla su tiempo hasta que el kairos del éxodo de Egipto.
Luego está Jesús, caminando con los discípulos, y calibrando el corazón de Pedro para comparar su propio sentido de quién es Jesús realmente con lo que las encuestas populares consideran a Jesús. Recuerdo una estancia en Tierra Santa en 2008 con un grupo de pastores/alumnos de Seminario Teológico de Princeton con el mundialmente conocido experto en los Rollos del Mar Muerto y profesor de Princeton James Charlesworth. El Dr. Charlesworth nos llevó a la ruta de los peregrinos a lo largo de Cesarea de Filipo, y a la vecindad general donde se habría producido la conversación de Jesús con Pedro. Lo que Pedro habría visto era la magnífica estructura erigida para honrar el culto de los Césares, una estructura que habría brillado como una estrella resplandeciente con el sol rebotando en su piedra blanca. Una estructura tan imponente proclamaba a toda la región la inequívoca declaración de que el poder imperial estaba aquí, y aquí para quedarse, y que se esperaba y exigía sumisión y lealtad al poder.
La confesión de Pedro y la confesión de todo seguidor de Cristo en todo tiempo y lugar es la simple pero profunda y revolucionaria declaración: "Jesús es el Señor". Sólo Él es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Tales palabras sediciosas y los actos que las acompañan son un desafío abierto a los valores de este mundo cuando y dondequiera que esos valores y acciones que contravienen las intenciones de Dios de shalompor la libertad que ama y cura, por la verdad que libera.
El "ahora qué" de estos textos del leccionario nos confronta a recibir la libertad salvadora de Dios, y debido a esa libertad, debemos proclamar la libertad al cautivo, soltar las cadenas que atan al pueblo de Dios para vivir plenamente la vida y la fe. Es el tipo de libertad que va en contra de las falsas nociones de libertad que perjudican a la comunidad en general por el comportamiento arriesgado de no llevar máscaras de seguridad, o no distanciarse físicamente, o reunirse prematuramente para el culto en persona; esa no es la libertad que se contempla aquí. Tal libertad es un riesgo insensato que perjudica al público, amenazando el sustento de todos, en particular de las poblaciones vulnerables, incluidos los ancianos y los enfermos. Más bien, lo que está en juego es el tipo de libertad que dice, porque soy libre de actuar en consecuencia, porque somos libres de conocer y recibir información, somos libres de actuar en consecuencia y con amor los unos hacia los otros. Es el tipo de libertad que ejerce el amor hacia el prójimo y la comunidad en general practicando libremente el autocontrol en beneficio del conjunto.
Esa libertad, tanto en especie como en grado, es un don de Dios para el pueblo de Dios.