7/20/2023
20 de agosto de 2023 - Génesis 45:1-15 y Mateo 15:10-28
por el Rev. Dr. Neal Presa

Nota del editor: Este leccionario fue escrito originalmente en el verano de 2020.
Uno de los llamados cinco lenguajes del amor son las palabras de afirmación (los otros son los actos de servicio, el tiempo de calidad, los regalos y el contacto físico). Estos cinco lenguajes son las principales formas de expresar amor y de saber que alguien nos quiere. Todos los expresamos y recibimos en distintos grados, pero uno de ellos suele ser nuestra principal expresión y nuestro principal estímulo.
Los dos textos de este domingo tratan de las palabras. Como sabemos, las palabras pueden bendecir, pero cuando se convierten en armas, pueden maldecir. En nuestra época, el último aliento de George Floyd está grabado para siempre en nuestras mentes e inscrito en nuestros corazones: "No puedo respirar", cuando fue sometido a ocho minutos y 46 segundos de rodillazos en el cuello por parte de un policía de Minnesota, mientras otro policía le sujetaba las piernas y otros dos agentes permanecían a su lado. #ICantBreathe galvanizó las protestas y cimentó la indignación recogida contra la supremacía blanca y esa supremacía armada con la autoridad, el poder y el armamento de las fuerzas del orden a las que el público ha confiado el cuidado de la vida de la comunidad. Las tres palabras "No puedo respirar" revelaron al mundo entero la súplica final de un moribundo bajo el peso literal del odio, y expresaron, al mismo tiempo, la desesperación y la indignación profundamente arraigada de las comunidades negras asfixiadas por el racismo sistémico e histórico en sus formas perniciosas y mortíferas. #ICantRespira son palabras que hablaban de muerte en ese momento, pero que dieron vida a un movimiento que resuena hasta el día de hoy y que, rezamos, continuará hasta que la igualdad racial y la equidad racial se conviertan en normas de nuestra existencia cotidiana, como las respiraciones que hacemos cada día sin pensar o sin siquiera un reflejo.
José podría haberse vengado de sus hermanos conspiradores. Habría sido comprensible que lo hiciera, aunque sólo fuera un poco. Podría haberles reprendido por sus actos criminales, por haber provocado su separación de su familia, por hacer que su padre Jacob se entristeciera. José les dijo: "Así que no habéis sido vosotros quienes me habéis enviado aquí, sino Dios". (Génesis 45:8a). Al final de su reunión familiar les dirá: "¡No temáis! ¿Estoy yo en el lugar de Dios? Aunque tu intención era hacerme daño, Dios lo hizo para bien". (Génesis 50:19-20)
Jesús enseñó a los fariseos, a la multitud y a los discípulos acerca de las palabras. Las palabras son una ventana al corazón; las palabras salen de nuestro interior y pueden bendecir o maldecir. Se refirió a los fariseos como guías ciegos, que no ven ni saben lo que dicen y lo que hacen. Una mujer cananea pidió ayuda a Jesús para curar a su hija. Los discípulos, al igual que su respuesta a los miles de hambrientos, se apresuran a descartarla; para ellos es la totalmente otra: es de otra etnia, de otro sexo, y su pasión comunicativa no es de su agrado. Carecen de humildad cultural, de conciencia de género, de un cociente emocional maduro y de un corazón vacuo de compasión; de hecho, ¡sus palabras coincidían con sus corazones! La palabra de Jesús para la hija de la mujer coincidía con su corazón y con el de ella; el corazón de ella y el de él están en sintonía, que es amar, salvar y curar a su hija.
¿Están nuestros corazones en sintonía con el Salvador? Las palabras de Jesús, de la mujer cananea y de José tienen razón: curan. Lleva la Buena Nueva sanadora de Dios a la gente. Predicad y enseñad la curación para un mundo que se asfixia bajo el peso del odio, que enfrenta las percepciones de excepcionalismo político/nacional/teológico a expensas de los demás. Llevar una palabra de sanación que reconozca la verdad, que provoque una confesión y un arrepentimiento auténticos, que allane el camino hacia la verdadera reconciliación y la plenitud de la vida.